Tarjetas y cintas perforadas
Igual que se ha hecho en la actividad sobre código binario, los ordenadores necesitan alguna forma obvia de recibir información y también de producirla de forma que se pueda leer por parte de otros ordenadores.
¿Cómo se almacenaba la información en los años 40 y 50, cuando se empezaron a fabricar los primeros ordenadores? En películas, fotografías y en discos de pizarra, por ejemplo. Pero los dos medios son más fáciles de interpretar para los seres humanos que para las máquinas.
Sin embargo, ya había una forma de proporcionar información a las máquinas: las tarjetas perforadas, que desde el siglo 18 servían para proporcionar información sobre patrones textiles a los telares, y más adelante para llevar el censo de los Estados Unidos. Estas tarjetas se adaptaban muy bien a la información en formato binario: un agujero, uno, no hay agujero, cero. Todo ello bien organizado en filas y columnas.
Hasta 1955, las tarjetas se usaron prácticamente para todo. Podían almacenar toda la información que uno quisiera, y simplemente con tener una pila de ellos podías guardar todo lo que quisieras.
Al principio, los programas y los datos los tenía que escribir uno a mano. Grace Hopper, que posteriormente fue almirante, en los años 50, propuso la idea de la codificación asistida por ordenador, en la que el propio ordenador calculaba los programas, pasando a binario (código máquina) los programas que la gente escribía usando un lenguaje un tanto menos críptico. Compilar era más o menos como apilar, porque se usaba una pila de tarjetas perforadas de entrada con los programas y se producía una pila de salida, con el programa que ya sí podía entender un ordenador directamente en código binario. Grace Hopper trabajó como consultora para DEC, la empresa que fabricó el disco duro tocho que vimos en el hall de la Escuela.
A partir de 1955 se empezaron a usar medios de almacenamiento magnético, pero se siguieron usando otros métodos basados en papel como las cintas perforadas. Estas llegaron llegaron un poco más adelante. Eran más compactas, se podían leer más rápidamente, y por eso duraron un poco más que las tarjetas. Además, se podían rebobinar, lo que no sucedía con las tarjetas. La información se codificaba en 5 filas, aunque más adelante llegaron a tener hasta 8.
Todo este tipo de métodos se dejaron de usar en los años 80, cuando empezó a haber medios magnéticos y también procesadores capaces de entender sobre la marcha lo que se decía en un teclado. El ordenador, eventualmente, venció a la mano.